Una proposici'97n de amor by Una proposici¢n de amor

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autor:Una proposici¢n de amor [amor, Una proposici¢n de]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 7

—¿Qué tal la fiesta de cumpleaños anoche? —preguntó Tommi. Parecía acalorada por la temperatura de la cocina. Se abrió los botones superiores de su chaqueta blanca de chef y se sentó en un taburete al lado de Bobbie, que rellenaba saleros en la barra. Era el único pago que Tommi quería aceptar a cambio del delicioso almuerzo que había ofrecido a su hermana.

El turno de mediodía había terminado y, como era lunes, Tommi no volvería a abrir esa noche.

—No estuvo mal. No me quedé mucho —Bobbie se concentró en que no se derramara la sal—. No conocía a nadie aparte de Fiona.

—¿Su nieto el manitas no estaba?

—¿Gabe? Sí. Estaba casi toda su familia.

Tommi tamborileó con los dedos en la barra.

—¿Y…?

—Y… nada —Bobbie sacó la lengua entre los dientes, pasó el salero a la fila de los que ya estaban llenos y empezó a rellenar otro. Miró el rostro cansado de su hermana—. Me gustaría que contrataras otro chef. Este sitio tiene demasiado trabajo para ti sola.

Tommi se encogió de hombros.

—Ya veremos. No es fácil encontrar a la persona indicada. ¿Hay algo entre Gabe y tú?

Bobbie derramó sal en la barra y volvió a dirigir el chorro a su sitio.

—¿Por qué dices eso?

Tommi recogió la sal de la superficie de granito negra y la echó en la taza de café vacía que tenía Bobbie al lado.

—Quizá porque no puedes decir su nombre sin sonrojarte.

—¿Qué quieres que diga? No estoy orgullosa del modo en que lo ataqué el día que nos conocimos.

—Está bien. Excepto porque has llenado cuatro saleros con azúcar. Lo cual es bastante raro en ti y me hace pensar que tienes algo en mente.

Bobbie parpadeó. Miró el recipiente de plástico que había tomado de los estantes de Tommi y lanzó un gemido. La etiqueta decía: Azúcar.

Volvió a echar el contenido de los saleros en el recipiente.

—Vaya ayuda la mía, ¿eh? —se bajó del taburete negro—. Lo arreglaré.

Tommi la agarró por el cuello de su jersey naranja para impedirle huir.

—La sal puede esperar. ¿Qué es lo que pasa? Nunca te he visto tan distraída, ni siquiera cuando andabas loca perdida por el imbécil político Lawrence.

Bobbie se soltó de ella.

—Es complicado.

—¿Por qué? ¿Porque es demasiado viejo para ti?

—¡No lo es!

Su hermana sonrió con paciencia.

—Sabía que te gustaba —dijo con superioridad de hermana mayor.

Bobbie suspiró.

—No creo que eso me sirva de mucho —murmuró—. No está interesado en nada a largo plazo —dijo.

—Me tomaré eso como una señal de que te has dado cuenta de que Lawrence no te convenía, teniendo en cuenta que vuelves a usar palabras como «largo plazo».

Bobbie volvió a subirse al taburete.

—Tal vez. Pero eso no implica que sea menos humillante el modo en que me dejó.

—No tiene clase.

—Gabe dijo lo mismo.

A Tommi le brillaron los ojos.

—Cada vez me gusta más.

Bobbie no pudo reprimir una sonrisa.

—Te gustaría —dijo—. Es un buen hombre, trabaja mucho —miró el recipiente de azúcar, pero en su mente veía sólo el rostro atractivo de él—. Y no hay nada que no esté dispuesto a hacer por sus hijos.



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